Los profesores que me salvaron — que hicieron de mí un profesor— no estaban formados para hacerlo. No se preocuparon de los orígenes de mi incapacidad escolar. No perdieron el tiempo buscando sus causas ni tampoco sermoneándome. Eran adultos enfrentados a adolescentes en peligro. Se dijeron que era urgente. Se zambulleron. No lograron atraparme. Se zambulleron de nuevo, día tras día, más y más... Y acabaron sacándome de allí. Y a muchos otros conmigo. Literalmente, nos repescaron. Les debemos la vida. (Daniel Pennac en "Mal de Escuela")
Pensar lo no pensado es, hoy más que nunca, el desafío de la educación frente a tanta injusticia, tanto tecnicismo e intento clasificatorio; frente a tanto imperativo de adecuación “a la realidad”, al “nivel psicológico del chico” y tanta disquisición inútil como la de si un contenido es procedimental, conceptual o actitudinal, sino ¿qué nos queda?. El maestro antidestino es aquel que en lugar de distraerse en esto, piensa, estudia, se apasiona, apuesta, hace confianza, obstinadamente ENSEÑA. El maestro antidestino, puede entender la dimensión temporal como un anudamiento entre generaciones que requiere de su presencia activa para hacer existir el futuro y sitúa la enseñanza en términos de una distinción, ofrece una oportunidad y la apertura a otra temporalidad. Entender que el futuro se construye y se hace existir desatando profecías y reinventándolo nuevo, es una forma de asumir la educación como una forma particular de “antidestino”.
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