“Mirar una trayectoria supone sostener una perspectiva que reúne dos
espacios y dos tiempos en uno. No se trata de mirar sólo a un sujeto ni
de centrar la atención sólo en la institución escolar. Las dicotomías y
las oposiciones no alcanzan nunca a dar cuenta de una trayectoria
educativa y de una trayectoria de vida reunidas: no es el sujeto o la
institución, son ambos a la vez, sin que cada uno de ellos pierda su
singularidad, sus rasgos propios, sus dimensiones particulares. Por otro
lado, mirar una trayectoria implica reconocer al/la estudiante hoy,
aquí y ahora, en formación y, en el mismo momento, imaginar un sujeto
que será en un futuro, como obra abierta, sin concluir pronósticos
cerrados. ¿Quién puede afirmar hasta dónde llegará un sujeto en su
trayectoria vital y educativa? Por definición, la formación del sujeto
se genera en proyectos identificatorios (Aulagnier, 1988) que sostienen
una brecha –siempre abierta- entre un “yo actual” y un “yo futuro”.”
Pensar lo no pensado es, hoy más que nunca, el desafío de la educación frente a tanta injusticia, tanto tecnicismo e intento clasificatorio; frente a tanto imperativo de adecuación “a la realidad”, al “nivel psicológico del chico” y tanta disquisición inútil como la de si un contenido es procedimental, conceptual o actitudinal, sino ¿qué nos queda?. El maestro antidestino es aquel que en lugar de distraerse en esto, piensa, estudia, se apasiona, apuesta, hace confianza, obstinadamente ENSEÑA. El maestro antidestino, puede entender la dimensión temporal como un anudamiento entre generaciones que requiere de su presencia activa para hacer existir el futuro y sitúa la enseñanza en términos de una distinción, ofrece una oportunidad y la apertura a otra temporalidad. Entender que el futuro se construye y se hace existir desatando profecías y reinventándolo nuevo, es una forma de asumir la educación como una forma particular de “antidestino”.
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